Cualquier noche es buena para visitar un establecimiento como el Restaurante Europa de Pamplona regentado por Pilar Idoate. Con esta premisa de partida y después de haber tomado un par de pinchos por los bares del casco antiguo de Pamplona, aterrizamos a una hora imprudente para cualquier cocina y sin dudar, subimos a preguntar si rozando las 11 de la noche todavía daban de cenar.
Para decirnos que sí, nos convidaron a una copa de cava y nos adelantaron la carta para que fuésemos eligiendo, ya que la cocina estaba a punto de cerrar. Acostumbrados al servicio de Pamplona fue toda una sorpresa. El cava de calidad en su punto de temperatura y recién abierto, las burbujas firmes y rectas así lo atestiguaban.
Tras recogernos los abrigos y acomodarnos en la mesa, con las ideas ya claras pedimos un primero para compartir, una carne y un pescado y postre. Para beber un blanco chardonnay de bodegas Otazu aconsejados por el sumiller.
Aperitivo para comenzar, crema de verduras con pimiento de piquillo confitado y aceite de oliva virgen extra. La crema rica, se se ha impuesto como entrante y hecho en falta algo más de originalidad. El pimiento de una calidad excepcional y confitado lo justo para potenciar todo su sabor, si ya de por si es un producto muy bueno, cuando pierde parte del agua y queda como una piel mejora en su excelencia si cabe.
Ensalada de bogavante con vinagreta de hortalizas y aceite de trufa, le indicamos que era para compartir. Como no, a una estrella michelín se le exige que este ya emplatada de manera individual para cada comensal. En la foto se ve media ración de la ensalada que para ser correctos es más bogavante con ensalada. La vinagreta para mi gusto muy alta de aceite pero el aroma de la trufa por todo el plato lo compensaba. El verde era cogollo, hojas de cogollo y lechuga de roble como si estuviesen recién cortadas.
Lomo de merluza con mojo de tomate seco, vinagreta de espárragos verdes y berberechos. La merluza viéndose las lascas y manteniendo su gelatina natural, con la piel dorada, acompañada de una verdura en tempura y una salsa irisada que además de darle presencia al plato estaba muy, muy sabrosa. Me sorprendió encontrarme un trozo que yo creí identificar como la realización de cebolla bronceada del restaurante Arzak. De nuevo absoluto protagonista el producto.
Cochinillo confitado a 80º y su piel crujiente con quenelle de patata y escarola con fresas. Sin duda el protagonista de la noche, producto de igual calidad y con un trabajo de fondo muy bueno. No se limita el plato a deshuesar el cochinillo y dejarlo listo para comer, sino que además esta montado en un medallón en el que la piel sostiene al gorrín, napado con la salsa de la cocción. La guarnición acertada, sin robarle protagonismo al medallón de gorrín. La escarola con una calidad excepcional y con un vinagre balsámico que potenciaba el sabor de la fresa, todo un acierto no usar un vinagre más ácido. Fue todo un placer, totalmente recomendable.
Y de postre, sopa de chocolate blanco con helado de mango y escarcha de vino tinto. Una sopa de chocolate acompañada por una pequeña bola de helado de mango que le daba color al plato, a mi humilde parecer no encajaba bien en el total del postre. Así como la escarcha de vino tinto, las moras, la teja y el caramelo de toffe daban los contrastes justos y suficientes, haciendo de la copa una verdadera delicia. Tome primero el helado y disfrute del resto de la copa, por cierto la vajilla muy bonita y con un toque clásico estupendo. Pena el helado. Un buen colofón y una combinación muy arriesgada.
Cafés y petit fours que consistían en mini magdalenas rellenas de naranja amarga espolvoreadas de azúcar glass y unas pequeñas trufas de chocolate. El café muy bueno. Deferencia de la casa nos ofrecieron un chupito que declinamos.
El servicio a la altura, el sumiller atento a rellenar las copas con la suficiente frecuencia y discreción cuanto el vino escaseaba, que se agradece cuando se trata de vino blanco y puedes dejar un regero del agua de la cubitera. Decoración del local clásica. Ambiente tranquilo y en pleno centro de la ciudad. 117,77€ con IVA y una botella de vino blanco Otazu chardonnay.
Quizás a muchos se os antoje caro pero teniendo en cuenta la calidad del producto que se exhibe, la generosidad de las raciones (la media ración de ensalada de bogavante da fe de ello) y la muy buena ejecución de los platos, esta en una buena relación calidad / precio. Si podéis visitarlo ir y disfrutar. Eso si, sin fuegos de artificio, cocina responsable, honesta, bien ejecutada y hundida en la raíces de la cocina tradicional Navarra. Fue una buena noche.
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