11 de noviembre de 2013

MENU VERDURAS DE INVIERNO. RESTAURANTE PALACIO DE GUENDULAIN

La asociación de restaurantes de Navarra ha organizado durante todo el mes de Noviembre las III jornadas gastronomicas de las verduras de invierno,  una iniciativa que pretende atraer a los amantes de la buena gastronomía y del producto de temporada. Veinte restaurantes participan en todo Navarra, seis de ellos localizados en Pamplona. Menús confeccionados con las primeras alcachofas, cardo rojo, cardo blanco, piquillos...verduras de temporada que podremos disfrutar en estos meses, tanto en nuestras casas como en los restaurantes participantes en esta iniciativa.




Domingo mediodía, ventoso, lluvioso y con un tiempo desapacible que invitaba a no salir de casa. Pero, las ganas de visitar el restaurante del hotel Palacio Guendulaín y tener el pretexto perfecto gracias a estas jornadas; sumado a la compañía de unos excelentes amigos, fue más que suficiente para abandonar el confortable hogar.


Menú para toda la mesa, compuesto de aperitivo, primero, segundo, postre, café y petit fours, con las bebidas aparte. En un marco precioso, con una decoración clásica, profusa, ajustada y, más propia de un hotel de más categoría que del número de estrellas que lucen en la placa de la puerta. El lugar sufrió una profunda restauración que, dejó el Palacio Guendulaín como uno de los hoteles más cuidados de la ciudad de Pamplona. El restaurante sigue la línea del hotel con, salas de techos altos, mesas amplias, sillas tipo Luís XV, cuadros,antigüedades y un sinfín de detalles, como la carroza situada junto al hall de entrada. Todo un oasis de tranquilidad.




El montaje de la mesa sobrio y elegante, acompañado de un bajo plato irisado en dorado.




Mantequilla para el aperitivo tras la puesta del servicio de cubertería. Todo un clásico que se agradece encontrar de vez en cuando.


Servicio de pan, uno de los pocos sino el único restaurante que se toma el pan muy en serio. Pan caliente, cortado delante del comensal, de excelente calidad, crujiente y esponjoso. En un segundo servicio de pan, se templo desde la cocina para no interferir al pase.



Crema de calabaza asada a la brasa y yogur griego. Bien emulsionada, muy sabrosa y con el contrapunto ácido del yogur griego, junto con un punto de especia fresca por encima. Deliciosa.


Vieras asadas, alcachofas y crujiente de ibérico. Todo un derroche de producto de excelente calidad. La viera en su punto, alcachofas pequeñas (toda una delicatessen) cocidas y pasadas por la plancha. Una pena porque estaban más hechas de lo que deberían y el crujiente era muy grueso. El plato, rico en sabor y excelso en producto. Cuidando un poco más el punto de la alcachofa y aligerando el crujiente podría ser memorable.


Milhojas de hongo beltza, micuit de pato y compota de cereza. Como guarnición rúcula frita. De nuevo un producto de excepción, y muy buena conjunción en texturas, con la melosidad del hongo, el pato, y un punto crujiente de la rúcula. Un punto ácido y menos dulce en la compota haría ganar al plato que ya de por si era bueno.


Crujiente de manzana asada con helado de manzana ácida. El hojaldre perfecto, la crema de acompañamiento estupenda y el contrapunto del helado ácido, un acertado final. Separar el hojaldre del helado en dos tiempos para, "obligar" al comensal a terminar con el helado sería todo un acierto.



El servicio de sala impecable, la mesa pedía informalidad y se adapto con total profesionalidad, al final solicitamos tomar el café en una sala aparte donde poder proseguir con la charla. Hecho que facilito, ademas de avisar que no nos cargasen los cafés y nos sirviesen los petit fours. Todo un detalle de buen oficio.



Cuatro menús de verduras de invierno, una botella de vino blanco verdejo Unzu sobre lías que estaba delicioso, una botella de 1,5 litros de agua, incluidos los cafés 162,01€ (40€ por persona).


Una excelente y magnifica relación calidad/precio, con un producto excelso, bien tratado, platos ricos, sabrosos y un servicio reseñable que, hacen obligatoria su visita. Solo con cambiar pequeños detalles, que son solo eso, pequeños detalles que a otros ojos puede que pasen desapercibidos, se lograría convertir la visita en algo esplendido. El restaurante del Palacio Guendulaín lo puede conseguir fácilmente.



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