Una entrada en el blog del cocinero Quique Dacosta ha sido el
detonante para escribir este pequeño artículo. Recuerdo escuchar a Carlos
Herrera diciendo que en España no caben más tontos porque se caerían al mar; mi
abuela, desde su sabiduría adquirida con la edad, sentenciaba con un “menos mal
que no vuelan, viviríamos siempre de noche”.
Esta semana que entra, voy a poder
ejercer de jurado finalista en un evento gastronómico con especial deleite y, casi
nadie, excluyendo amigos o familiares, ha tenido cierta empatía para expresarse
con un “qué alegría, con lo que a ti te gusta eso de los cocineros”. Lo que sí he podido contar es legiones de “conocidos” que han resaltado que me voy a
poner hasta arriba gratis, ofreciéndose como compañía previa autoinvitación.
Y si trasladamos esta percepción
a otros campos, estamos ante situaciones análogas. En el mundo empresarial todos
los jefes son malvados y perversos, pero ¿quién pone encima de la mesa el
riesgo, las ideas y las energías para poner en marcha una empresa?, en el
educacional, los profesores tienen muchas vacaciones y no saben motivar a mi
hijo, al que llamarle trabajador es un insulto, ¿y el respeto a la sabiduría transmitida
de forma gratuita?, en el de los proveedores acudiendo al mejor postor, al más
barato ¿y la fidelidad al de toda la vida que ha solucionado multitud de problemas
hasta ahora?. De la política, mejor no hablar.
En todos los estratos y
profesiones, hay gente que no es honesta, pensar lo contrario es una ingenuidad.
Pero quiero creer que son muchos los que están regidos por un código
profesional íntegro, código que tiene que imponerse de nuevo.
La lista podía ser interminable, “ojos
que no ven, gabardina que desaparece” como máxima en la sociedad que vivimos no
nos va a llevar a salir del agujero. Vendrá la activación económica, vendrán los
puestos de trabajo, pero seguiremos con los mismos problemas de fondo y los
valores sociales no tienen pinta de cambio en breve.
Quique Dacosta se quejaba
amargamente en su blog del alto porcentaje de anulaciones en su
restaurante de Denia, entrada secundada
en twitter por una ristra de respuestas con casos iguales. Estaréis de acuerdo
conmigo en que un 3% de anulaciones de media en un mes es un valor asumible y
propio en un negocio de hostelería, siempre alguien se despista. Lo que es
absolutamente inaceptable es que un 50% del restaurante anule el servicio de
comida al mediodía o que ni tan siquiera se digne en aparecer. Demencial.
Y cuando las situaciones son
límites, se imponen soluciones injustas y que provocan desagrado. Será cuestión
de tiempo que pase al recuerdo que, una reserva en un restaurante se pueda
hacer con una llamada de teléfono tras, dejar un nombre, número de comensales,
día y hora. En nada, un número de tarjeta con unas condiciones racionales de
anulación que provoquen recuperar la señal será imprescindible para formalizar
una reserva.
Pero, si se implanta este
sistema, también aparecerán hosteleros que lo aprovecharán para no devolver la señal ante la anulación de la mesa, sea cual sea el momento o la manera en que se produzca. Y
los hosteleros que implantaron la medida con el propósito de garantía en la
asistencia de sus clientes serán los culpables, no quien abuse de esta forma ya
establecida en hoteles hace décadas. ¿Quién le pondrá el cascabel al gato?
Pregunta de sobra si estuviésemos en una sociedad con otra escala de valores.
Poner un sistema de reservas previo, no es de recibo. Una carnicería ante una reserva de una pieza de solomillo no lo hace, un profesional que queda colgado en la puerta de su despacho esperando a quien no acude menos y, también pasa pero, no se escucha. Poner un sistema de reserva previo pago, socava un valor fundamental en la relación empresa-cliente, la confianza. El problema es otro, de base. Ser educado no está de moda, no luce, no sirve. En el caso de implantarse, perpetuamos la pedagogía del palo que por desgracia es la que funciona. Sería una verdadera pena, pero quizás en algunos casos sea solución.
1 comentario:
No me parece de recibo cobrar por hacer una reserva, pero ante situaciones límite, siempre se tomarán decisiones "límite", nos ha pasado multitud de veces que nos hayan dejado más de una reserva colgada, si es un motivo de fuerza mayor no se puede hacer nada (en ocasiones, ocurren cosas en las que lo último que piensas es en anular la reserva que hicistes para cenar), ya sean imprevistos familiares, personales, etc... Avisar para cancelar la reserva es de muy buena educación y aunque fastida (sobre todo si es el mismo día, tarde o noche de la reserva), deja margen de maniobra al restaurante y se agradece... no tenemos ningún problema con eso y forma parte de la profesión y como la mayoría de la gente es "educada", esto suele ser la tónica general.
Lo complicado es con esa minoría (que abulta mucho) que ha reservado tres o cuatro veces y no acude nunca o que reserva en tres o cuatro sitios para decidir luego a donde ir... por no hablar de las reservas fantasmas de la competencia.
Pero vamos, salvo casos puntuales, en nuestra experiencia, la mayoría de las personas son "legales" en este aspecto y cuando no acuden a una reserva es por una razón de "fuerza mayor" y un despiste se le puede perdonar a cualquiera.
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