Comer es el mayor placer de la vida, al menos para mi. Ya con el olor del sofrito que hacía mi madre y que escapaba por la ventana de la cocina hasta el patio y mis sentidos se ponían todos alerta. Ella, que fue mi mentora y mi modelo a seguir, siempre tenía la misma frase para defender la cocina casera: “Con ajo, cebolla, pimiento y tomate puedes mover el mundo”. Ese era su sofrito de cabecera, y a partir de ahí, nos hizo vivir en un apasionante mundo de sabor como no he conocido nunca.
Luego te lanzas a cocinar por mera supervivencia cuando no te queda otro remedio, pero yendo más allá de calentar cosas en el microondas o en el horno.
Te gusta ir al mercado a mirar el pescado del día, haces amistad con el carnicero que te recomienda buenas piezas a mejor precio, y te aficionas al producto de calidad y de cercanía. Y cuando pones rumbo a una de las regiones donde mejor se come de todo el país, te das cuenta que la gastronomía ocupa un lugar de privilegio en la vida de tus vecinos.
Ahí es donde surge mi afición por conocer los mejores productos de las huertas, vinos singulares, cocina en miniatura, artistas de los fogones y todo aquello que deba ser apreciado, probado, valorado y difundido para que llegue al mayor número de prescriptores. Así se logra la excelencia, así me gusta hacerlo y así te lo voy a contar: con las mismas dotes de rigor gastronómico que de humor y simpatía.
Por lo demás, diseñador gráfico, ilustrador animal, pajarero, hablador y ahora, cuentacuentos sobre tomates, chuletas o quesos de esos que huelen a pies pero saben a gloria. Sean bienvenidos.
Escrito por ALBERTO RODRIGUEZ COTA | |
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Orgulloso manchego felizmente asentado en Pamplona. Corto, pocho, salteo, sazono, pruebo y grito “Cojonudo!!”. Me gusta por igual la mortadela y la cocina de vanguardia. No como para vivir, vivo para comer y con eso soy feliz. Tu organizas un gastroevento y yo voy, lo veo y lo cuento. |
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