La lengua es algo vivo, que se cambia y adapta a los tiempos, las situaciones. Que se actualiza. Intenta economizar en palabras volviéndose con el paso del tiempo más acertada y precisa.
Todo ello a pesar de que ideologías varias se empeñen justamente en lo contrario. Es como si convencionalismos del tipo “nosotros y nosotras”, o el uso de una arroba sirviesen cual pócima de irreductibles galos para conseguir mágicamente que tod@s tengamos igualdad. Igualdad para desarrollarnos y acceder a las mismas oportunidades, sin importar condicionantes ni prejuicios. Unicornios de colores que no abordan el problema desde su raíz. Pero hoy en día ni el tato se atreve a abordar problemas y poner soluciones, ya ni mentarlos se hace.
Centrémonos en lo que estamos. Esta última ristra de palabras que la R.A.E ha incluido en el diccionario, es muy peculiar desde el punto de vista gastronómico.
Da que pensar que arbequina, picual y verdial entren como nuevas variedades de aceite, junto con las actualizaciones de cornicabra y empeltre. Incluso la manzanilla deja al vino en la última de sus entradas, para ponerse por delante la oliva y la variedad. ¿Habrán estado los académicos de la lengua de cata de variedades de aceites?
La estevia, el ácido ascórbico y los biofertilizantes se estrenan como nuevas palabras. No precisamente juntas pero me ha parecido acertado citarlos en forma de grupo.
Los micronutrientes y su primo los macronutrientes brillan con esplendor, así como los fractales tanto de los copos de nieve como de los platos de Arzak.
Y desde ahora nos podemos ir tranquilamente a tomarnos unos nachos, una musaca, una pulga de pan de pita, un marmitako y pedir un buen moka. Que hasta ahora no estaban regulados por la rae.
Por fin un gastrobar estará definido, evitando estériles discusiones sobre lo que es o no es ese tipo de establecimiento. La R.A.E dice “bar o restaurante que ofrece tapas de alta cocina”. Será bueno memorizar esta definición y recordarla cuando podamos entrar en uno de ellos.
Y el carpacho tiene su nombre gracias a una exposición del famoso pintor que le da su nombre, otra discusión que nos quitan.
Para todos los gustos tenemos en esta actualización, podemos cocinar en wok, en tayín, tomarnos una empanada wantán o decantarnos por un restaurante tex-mex.
Pero dejo lo mejor para el final, el vino. Que sufre o disfruta, depende de quien lo lea, de una actualización en la que no solo de uvas se hace el vino, sino de “fermentados de zumos de plantas o frutos diferentes a la uva”. Bienvenidos los vinos de plátano, de limón, de naranja sanguina, mandarina clementina o pomelo.
Finalicemos con la alegría de que el vino de tempranillo entra en el diccionario servido por un sumiller. Valido tanto para hombres como mujeres. Que no sumillero o sumillera.
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